Querido Arthur;
Me ha llegado tu manuscrito. Entiendo que haya tardado tanto, y me alegra que sea ahora el momento de leerlo. Antes no lo hubiera entendido. La verdad es que me he pasado la mitad de la lectura enfadada. Ese primer acto tan explícito y explicativo... Willy está cansado y lo entiendo, pero, ¿nos querías cansar a nosotros también?, ¿que nos caiga mal?, ¿que sintamos lástima por él?, ¿que le despreciemos y que luego nos ataque la culpabilidad?. Puede que hayas conseguido algo cercano, pero no sé si me parece muy justo. Desarrollar la obra alrededor de un personaje tan consumido y encerrado en su propio fracaso me coloca, desde el primero momento, en un lugar crítico hacia él y su situación. Le veo tan condenado que, automáticamente, pongo el foco en cómo sus procesos afectan a sus seres queridos. ¿Cómo sino voy a pretender avanzar en la obra?, ¿mediante el regodeo en el dolor y la paranoia de William? no me parece adecuado. De hecho, me parece hasta una falta de respeto hacia el lector y hacia los personajes. Si bien entiendo que parte de tu intención pasa por señalar los estragos que los sueños impuestos y promovidos por una sociedad pueden tener en una persona, me parece que colocar la narración en un personaje tan acorralado e inconsciente, es un artilugio que te ayuda más a ti que al lector. Si el mensaje está dirigido a ese mismo individuo, inconsciente, va a ser incapaz de conectar con la historia y el personaje, o incluso llegar a terminar la obra; y si, por el contrario, va a los que lo sufren, la identificación sería tan clara que, no solo el resto de la lectura sería frustrante, sino que la poca esperanza que puedan buscar, es totalmente aniquilada al final. Literalmente. Pienso en algo y te hablo de ello: 1949. EEUU. Linda, 57 años, casada y el oficio del hogar como profesión. Willy, su marido, que trabaja como viajante, vuelve prematuramente de uno de sus destinos. Le ve cansado y preocupado, en un bucle de recuerdos y sueños frustrados. No es la primera vez que Willy actúa de esta manera, pero nunca había sido un impedimento para hacer su trabajo. El acercamiento que Linda vivirá hacia su marido, con el objetivo de entenderle y ayudarle, le harán poner en duda una serie de realidades que nunca se había cuestionado. Su familia no estaba también como parecía: las dificultades económicas siempre han estado presentes pero lo que descubre es un problema que no se soluciona con dinero. A través de conversaciones con Willy, y sus hijos, Biff y Happy, empieza a revivir recuerdos de una manera distinta que la harán entrar en un bucle semejante al que atormenta a su marido. Comenzará un enredo de decisiones que tomarán, de manera cada vez más precipitada, tanto Linda como sus hijos con el fin de ayudar a Willy. Atrapada en cárceles que escapan de puertas y cerrojos y con sentimiento de culpa que florece ante la incapacidad de ayudar a sus seres querido, asistirá al suicidio de su marido y así, al réquiem de la obra. De alguna manera, lo que me apetecía es abandonar el punto de vista de William y, aunque tu propuesta de estructura a través de esa sucesión de recuerdos que nos abren la puerta a su mente paranoica y trastornada, sea lo que más me guste, creo que sacrificar el resto de puntos de vista por esta operación narrativa no merece la pena. ¿Cuáles otros podríamos explorar? Primero pienso en Biff. Es el único de la familia que, al final de la obra, entiende que la única forma de no verse consumido por el dolor y el fracaso es alejándose de su padre. Es un arco de personaje interesante. El pasar por un trauma grande fundado en los problemas personales de su progenitor nos ayuda a generar un punto de esperanza potente: esa intención, durante toda la obra, de entender a su padre y el sentimiento de rechazo que este le genera. Comprendo que esto es exactamente lo mismo que vive nuestro protagonista, siendo su progenitor la sociedad y traduciendo el “alejarse de su padre” como el suicidio. Pero, desde Biff, la historia propone una búsqueda y una solución, mientras que ahora, lo que hace, es sentenciar. Pienso también en contarlo desde Linda y me resulta muy atractivo. Creo que el maltrato hacia su personaje es más que evidente, sobre todo desde los ojos de una mujer viviendo en el año en el que vivo. Habría que hacer un estudio del extenso viaje emocional por el que ha pasado. Mientras el de Biff está reflejado, con más o menos desarrollo, el de Linda es prácticamente invisible. Veo un personaje quieto y desaprovechado. Los parlamentos que tiene son los que considero más interesantes, los que aparentan más consciencia del desarrollo de los acontecimientos viéndose así incapaz de encontrar herramientas suficientes para hacerles frente. ¿No es este el verdadero conflicto?. ¿Porqué no arrancar al personaje y convertirlo en el motor de la narración? Emocionalmente, estas trayectorias me resultan más interesantes pero me preguntaba cómo atacar a la estructura de una historia tan fundada en los recuerdos si no es con la mente del personaje más atormentado por los mismos, cómo no perder la operación que propones. Tanto con Biff como con Linda, nos aproximaríamos al tormento de Willy desde fuera, pero precisamente, creo que es eso lo que nos ayudaría a entenderle mejor. Aproximarse a esas frustraciones y ansiedades protagonistas en el relato desde alguien que las vive cerca pero no en primera persona, nos permite crear espacio entre ambas y así dejar margen a la reflexión y a la crítica que tanto impera en tu discurso. Como has visto, yo aposté por Linda. La persona que ama a Willy y que haría lo que fuera por él. Me parece el motor más claro y conciso. La mirada que yo tomaría. Además, de esta manera conservamos los arcos que sufren los personajes de Biff y de Happy, como antagonista y sucesor, que tanta profundidad dan a la historia. Mi idea no es criticar el lugar al que llega Willy como víctima, sino entender cómo eso afecta directamente a sus seres queridos, algo que consigues de manera superficial pero que yo entiendo como prioritario, no solo para generar una idea más profunda de los problemas que quieres evidenciar, sino para entender mejor a los personajes, incluido a Willy. Analizo mi postura como contemporánea a mi tiempo, propia del sobreanálisis y la autoconsciencia que prima en la sociedad que a mi me encarcela. Si esta carta consiguiera viajar a tu presente, también se vería emborronada con la tinta que mancha tu mirada. Espero que al menos te cause inquietudes parecidas a las que he tenido yo leyéndote. Gracias. Te saludo; Lucía a 2 de marzo de 2020
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AutorLucía González Undari Archivos
May 2020
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