Callada, prudente, obediente y complaciente.
Ansias por ser la adolescente perfecta, la joven perfecta, la mujer perfecta. Ansias por miedo a no serlo, por sufrir la violencia latente que respira entre nosotros. Vivimos en una sociedad traumada, limitada a ver en blanco y negro. Vivimos sedados y alienados en un momento donde solo la violencia extrema, negativa o positiva, es capaz de despertarnos. Es lo fácil, lo cómodo. Entre el individualismo atroz, el consumo masivo y la cultura de la cancelación hemos ideado nuestra propia trampa. Una maquinaria preparada para la autodestrucción. Las personas perfectas no existen pero avanzamos y actuamos como si fuesen a aparecer en algún momento, construyendo sistemas violentos para tratar de engendrarlas. Sistemas que hacen de cada interacción humana, física, intelectual, cultural o emocional; una guerra de humillación donde la dignidad no es lo único que se pierde. Parece que es mejor continuar sedados y alienados. ¡Atrévete tú a decir algo!, a ser, a vivir, a equivocarte… Yo soy producto de ese sistema. Sin decir nada. Yo, mordiéndome las uñas y arrancándome los pellejos, soy capaz de quebrar mi cuerpo antes de decir lo que pienso o sentir lo que siento; antes de dejar de ser callada, prudente, obediente o complaciente. Miedosa y cobarde. Literalmente, consumida por mis emociones y pensamientos. Literalmente. Un acierto del sistema. Un diseño ideal para encajar en la traumática estructura que nos hemos montado. Uno que no molesta y participa del consumo. Un “casi” separada por la insuficiencia. Todo, por la búsqueda repugnante de una idealizada perfección. Hoy se me ha caído la fachada. Hoy siento el peso de la globalización del contexto. La violación del espacio íntimo, del espacio seguro y de confianza en el que equivocarse. Hoy lloro esa pérdida, cómplice de la maquinaria que la sepulta. Mañana no hablaré de lo que siento. Mañana no denunciaré ningún maltrato ni defenderé ninguna causa. Seguiré sin fuerzas, interpretando mi papel de juguete roto, siendo ese producto vacío que tanto ansiabais construir. Sonriente, callada, complaciente y vacía. Mañana. Hoy, me permito llorar y pensar en el cambio. Lu Madrid a 20 de febrero de 2022 - 2:04 de la madrugada
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AutorLucía González Undari Archives
February 2022
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